Anna Freud (1895-1982) fue una psicoanalista austríaca que dedicó su vida al estudio del desarrollo infantil y la psicología del yo. Hija de Sigmund Freud, nació en Viena y desde joven mostró interés por la educación y el comportamiento de los niños. Su carrera comenzó como maestra, experiencia que despertó su curiosidad por el mundo interior infantil y la llevó a profundizar en el psicoanálisis.
En 1936 publicó El Yo y los mecanismos de defensa, una obra en la que describió cómo las personas, especialmente los niños, utilizan estrategias psicológicas para protegerse de la ansiedad y los conflictos emocionales. Su enfoque puso especial atención en el papel del ego, diferenciándose del psicoanálisis clásico de su padre, que se centraba más en el inconsciente.
En 1938, debido a la amenaza del nazismo, se vio obligada a exiliarse en Londres junto a su padre. Allí continuó su trabajo y, en 1952, fundó la Clínica Hampstead, un centro especializado en la observación, tratamiento e investigación de la psicología infantil. Desde esta institución, promovió una visión innovadora de la terapia con niños, basada en la observación directa y en la importancia del entorno en su desarrollo emocional. También trabajó con niños afectados por la guerra, estudiando el impacto del trauma en su bienestar psicológico.
Su legado en la educación y la psicología infantil sigue vigente hoy en día. Defendía la importancia de entender la mente del niño para poder educarlo de manera adecuada, respetando su desarrollo emocional y psicológico. Su trabajo influyó en la forma en que se abordan la terapia infantil, la enseñanza y la crianza.
Falleció en 1982 en Londres, dejando una huella profunda en el campo del psicoanálisis infantil y la psicología del desarrollo. Su enfoque ayudó a transformar la educación y el tratamiento de niños, demostrando que comprender sus emociones es clave para su crecimiento sano y equilibrado.