Bárbara nació en 1902 en Estados Unidos. Aunque sus padres la inscribieron con Eleanor, a los cuatro meses decidieron cambiar su nombre por el de Bárbara.
Desde muy pequeña fue una niña independiente y solitaria, y destacó enseguida por su gran inteligencia y por su interés por la ciencia.
Como su familia tenía dificultades económicas, comenzó a trabajar en una oficina al mismo tiempo que acudía a una biblioteca a estudiar por su cuenta.
Ella quería ir a la Universidad, pero su madre se oponía, porque decía que eso podía perjudicar sus posibilidades de encontrar un marido. Finalmente, en 1919 y apoyada por su padre, consiguió ir a la universidad. Se matriculó en Botánica, y enseguida se apasionó por la genérica. Se graduó en 1923 y obtuvo su Doctorado en 1927.
Bárbara dedico toda su vida a estudiar la genética del maíz, y sus descubrimientos demostraron que toda la información genética se encuentra en los cromosomas, y, su descubrimiento más importante, el fenómeno de la transposición, que demuestra que hay genes capaces de “saltar” de una posición a otra dentro de los cromosomas.
Sus estudios la llevaron a ser elegida en 1944 miembro de la Academia Nacional de Ciencias y presidenta de la Sociedad Genética, pero Bárbara no era muy reconocida entre sus compañeros por sus teorías revolucionarias y porque era mujer.
De hecho, cuando publicó sus teorías sobre la trasposición en 1951, nadie lo entendió y la mayoría de sus compañeros se burlaron de sus descubrimientos. Tuvieron que pasar 28 años para que la comunidad científica llegara a las mismas conclusiones que ella y reconociera que su teoría era cierta y válida no sólo para el maíz, sino para todos los organismos y que tenía importancia no sólo en botánica y en biología, sino también en medicina.
Tanto es así que, en 1983 y a la edad de 81 años, Bárbara fue la primera mujer en recibir en solitario el Premio Nobel de Medicina.