Edith Clarke nació el 10 de febrero de 1883 en Howard County, Maryland, en una época en la que las mujeres enfrentaban grandes obstáculos para acceder a la educación superior, especialmente en campos dominados por hombres, como la ingeniería. A pesar de estas barreras, Edith demostró desde temprana edad su pasión por las matemáticas y las ciencias, lo que la llevó a perseguir una educación en un campo donde pocas mujeres se aventuraban.
Se graduó en 1908 en el Vassar College, obteniendo su licenciatura en Matemáticas, y posteriormente, en 1919, completó su maestría en ingeniería eléctrica en la Universidad de Boston. Durante este tiempo, Edith rompió con las convenciones sociales al dedicarse a un campo predominantemente masculino, y se convertiría en una de las pocas mujeres en la ingeniería eléctrica en esa época.
Después de completar sus estudios, Clarke comenzó su carrera profesional en General Electric en 1921, siendo la primera mujer ingeniera de la compañía. Durante su tiempo en General Electric, se destacó en el desarrollo de tecnología para la transmisión de energía eléctrica, y uno de sus logros más notables fue la creación de un calculador gráfico, una herramienta revolucionaria para resolver ecuaciones complejas en circuitos eléctricos, lo que facilitó enormemente el trabajo de los ingenieros en la industria.
Además de su trabajo en la industria, Edith Clarke también fue profesora en la Universidad de Texas, donde enseñó ingeniería eléctrica entre 1925 y 1949. Fue una de las primeras mujeres en impartir clases en este campo, y su legado como educadora también fue significativo, pues animó a muchas mujeres a seguir carreras en la ingeniería, demostrando que podían sobresalir en áreas tradicionalmente dominadas por hombres.
A lo largo de su carrera, Edith Clarke recibió numerosos reconocimientos por su trabajo innovador. En 1948, se convirtió en la primera mujer en ser admitida como miembro del prestigioso Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE), y en 1954 recibió el Premio al Logro Distinguido de esta misma institución. Estas distinciones subrayan la importancia de su contribución a la tecnología eléctrica, especialmente en el área de la transmisión de energía.
Edith Clarke falleció el 29 de enero de 1959 a la edad de 75 años, pero su legado sigue vivo. Su vida es un ejemplo de perseverancia y dedicación, y su trabajo contribuyó al progreso de la ingeniería eléctrica moderna. A pesar de las dificultades que enfrentó como mujer en un campo de hombres, Clarke demostró que la capacidad y el talento no tienen género, y su historia sigue inspirando a generaciones de mujeres en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM).