Esther Lederberg (1922-2006) no solo fue una científica brillante, sino también una mujer apasionada por el conocimiento, con una curiosidad impresionante y un profundo amor por la microbiología. Desde que era pequeña, en el Bronx, mostró un interés especial por la ciencia, aunque sabía que, como mujer, el camino sería difícil. Aun así, nunca dejó que eso la detuviera.
Su mayor hito fue el fago lambda, un virus que infecta bacterias y ayudó a entender cómo los genes pueden activarse o permanecer inactivos. También inventó la técnica de réplica en placas, un método ingenioso que permitió estudiar mutaciones bacterianas de forma rápida y sencilla. Y aunque su esposo, Joshua Lederberg, se llevó la mayor parte del reconocimiento (incluso un Nobel en 1958), fue Esther quien trabajó incansablemente en el laboratorio, descubriendo los mecanismos de la genética bacteriana que hoy son fundamentales para la ciencia.
Pero Esther era mucho más que sus descubrimientos.le encantaba la ópera, e igual con la literatura y tenía un gran sentido del humor, que la ayudó a superar las dificultades de ser una mujer en un mundo dominado por hombres. A menudo, la pasaban por alto en conferencias o ignoraban su trabajo, pero ella seguía adelante, con la determinación de quien ama lo que hace.
Nunca buscó la fama, solo respuestas de sus estudios. Y aunque en vida no recibió el reconocimiento que merecía, su legado vive en cada laboratorio que estudia la genética bacteriana. Esther no solo cambió la ciencia, sino que también abrió camino para las generaciones de científicas que vinieron después.