Flora de Pablo es una reconocida científica española nacida en Salamanca el 25 de febrero de 1952. Con 72 años de edad, ha desarrollado una brillante trayectoria profesional en el campo de la biomedicina, convirtiéndose en una figura destacada dentro del ámbito de la investigación científica en España. Su carrera comenzó con una sólida formación académica: en 1975 obtuvo la licenciatura en Medicina y se diplomó en Psicología por la Universidad de Salamanca.
Tras finalizar sus estudios, Flora decidió continuar su formación en el extranjero, trasladándose a Estados Unidos, donde trabajó durante una década. Durante su estancia allí, primero como becaria postdoctoral y más tarde como investigadora, adquirió una experiencia internacional valiosa que marcó profundamente su desarrollo profesional. Fue en esos años cuando consolidó su interés por la biología molecular y los mecanismos del desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso, áreas en las que posteriormente realizaría contribuciones significativas.
En 1991, con 39 años, regresó a España y se incorporó como Investigadora Científica al Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), uno de los organismos de referencia en la ciencia española. Desde allí, impulsó diversos proyectos centrados en la fisiopatología del sistema nervioso y la regulación molecular del desarrollo, logrando reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional. Su capacidad para combinar la investigación básica con aplicaciones biomédicas ha hecho de su trabajo una referencia en su especialidad.
A lo largo de su carrera, Flora de Pablo ha publicado más de 150 artículos científicos en revistas de alto impacto, editado varios libros especializados y dirigido trece tesis doctorales, formando así a nuevas generaciones de investigadoras e investigadores. Esta labor formativa ha sido una parte fundamental de su carrera, siempre comprometida con la transmisión del conocimiento y con la creación de entornos de trabajo inclusivos y colaborativos.
En el año 2001, evidenciando su firme compromiso con la igualdad de género en la ciencia, cofundó la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), convirtiéndose en su primera presidenta. Desde esa plataforma ha liderado numerosas iniciativas orientadas a visibilizar el trabajo de las mujeres científicas, denunciar las desigualdades estructurales en los entornos académicos y promover políticas que garanticen una representación equitativa en los órganos de decisión. Su activismo no se ha limitado al ámbito institucional, ya que también ha utilizado los medios de comunicación para expresar públicamente su preocupación por la escasa visibilidad y reconocimiento del trabajo de las mujeres en la ciencia y la tecnología.