Brillante, bella e incomprendida, Hedy Lamarr fue mucho más que una actriz de Hollywood. Nacida en Viena como Hedwig Eva Maria Kiesler, brilló en la gran pantalla durante la Edad Dorada del cine, pero su mente iba mucho más allá de los guiones. Mientras el mundo la admiraba por su rostro, ella diseñaba en silencio uno de los inventos más revolucionarios del siglo XX: el sistema de "salto de frecuencia", una tecnología de comunicación secreta ideada junto al compositor George Antheil, pensada originalmente para proteger las comunicaciones aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.
Este invento, que pasó desapercibido en su momento, sentó las bases de tecnologías fundamentales como el WiFi, el GPS y el Bluetooth. A pesar de su aportación clave, Hedy no fue reconocida como inventora hasta décadas después. Su historia es la de una mujer adelantada a su tiempo, atrapada entre los estereotipos de género y su imparable curiosidad científica.
Hedy Lamarr desafió los límites impuestos por la sociedad, demostrando que la inteligencia y la creatividad no entienden de etiquetas. Fue una mente brillante en un mundo que prefería verla en silencio. Hoy, su legado inspira a generaciones de mujeres a romper moldes y a imaginar sin límites. Porque como ella misma dijo una vez: "Cualquier chica puede ser glamurosa. Todo lo que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida. Yo prefiero inventar cosas."
Su marido, Friedrich Alexander Maria Fritz Mandl (1900-1977), originario de una familia de profundas convicciones católicas, era proveedor de municiones, de aviones de combate y de sistemas de control para Adolf Hitler y Benito Mussolini (de quienes era amigo personal), según narra Lamarr en sus memorias. Las ventas de material militar tuvieron lugar durante la ocupación italiana de Abisinia (hoy Etiopía).