Hedy Lamarr, cuyo nombre real era Hedwig Eva Maria Kiesler, nació el 9 de noviembre de 1914 en Viena, Austria. Fue una actriz, inventora y científica autodidacta, conocida tanto por su carrera en el cine como por sus innovaciones en tecnología. Aunque es recordada principalmente como una estrella de la Edad de Oro de Hollywood, también fue la mente brillante detrás de una innovadora tecnología que, junto al compositor George Antheil, desarrolló para las comunicaciones inalámbricas.
Lamarr empezó su carrera en el cine europeo en la década de 1930, donde brilló en varias producciones austriacas y alemanas. Su gran salto a la fama llegó con la película Éxtasis (1933), dirigida por Gustav Machatý, que causó revuelo por sus escenas de desnudo y la representación del orgasmo femenino. Este filme le trajo tanto atención como críticas, ya que la sociedad conservadora de la época no aprobaba su actuación.
En 1937, Lamarr decidió mudarse a Estados Unidos para escapar del nazismo y pronto firmó un contrato con el estudio Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Rápidamente se convirtió en una de las actrices más populares de Hollywood. Su belleza exótica y su talento la llevaron a protagonizar más de 30 películas, con títulos memorables como Algiers (1938), Ziegler (1941), Samson and Delilah (1949) y The Heavenly Body (1944). Pero su carrera no estuvo libre de retos, ya que frecuentemente la encasillaron en papeles de “chica bonita”, lo que limitó sus oportunidades artísticas, aunque ella siempre aspiraba a ser vista como una actriz seria.
Paralelamente a su carrera actoral, Lamarr sentía una profunda curiosidad por la ciencia y la tecnología. Durante la Segunda Guerra Mundial, al notar las dificultades que enfrentaban las fuerzas aliadas para comunicarse de manera segura, se le ocurrió, junto a George Antheil, un sistema de “salto de frecuencia” para la transmisión de radio. Este invento, que implica cambiar constantemente las frecuencias de transmisión para que las señales no sean interceptadas, se patentó en 1942.
Aunque en su momento no se utilizó, más tarde se convirtió en la base para desarrollos tecnológicos importantes como el Bluetooth y el Wi-Fi. A pesar de sus logros científicos, Lamarr no recibió el reconocimiento que realmente merecía durante su vida. Las autoridades militares ignoraron su patente, y su carrera como inventora se vio opacada por su fama en el cine. Con el tiempo, Lamarr se fue alejando del mundo del cine y enfrentó problemas económicos. En la década de 1960, su vida privada generó controversia debido a sus varios matrimonios y su búsqueda constante de una felicidad que pareciera siempre esquiva.