Hipatia nació en Alejandría (355 d.C.), una ciudad egipcia que estaba bajo el poder del Imperio Romano. Era hija de Teón, un admirado filósofo y estudioso de las matemáticas, que le transmitió la pasión por las ciencias. Además, Teón era el director del museo donde se encontraba la mayor biblioteca del Imperio, así que Hipatia pasaba las horas en ese lugar leyendo y estudiando. Aunque a Hipatia le interesaban las matemáticas y la filosofía, lo que más le gustaba era la astronomía. Observaba las estrellas y se hacía mil preguntas. Se preguntaba, por ejemplo, dónde se situaba el centro del universo. En aquella época creían que las estrellas giraban alrededor de la Tierra pero, al parecer, ella estaba convencida de que el centro del universo era el Sol. Ahora sabemos que estaba en lo cierto, pero en aquel entonces era una afirmación descabellada. Hipatia abrió una escuela y pasó a ser una persona respetada y bien considerada por su alumnado. Y no pienses que fue una tarea fácil, porque en aquel tiempo nadie pensaba que una mujer pudiera estudiar y, menos aún, dar lecciones a los hombres. Uno de sus principales opositores era Cirilo, el patriarca de Alejandría, un cristiano radical que quería que todo el mundo pensara como él. Hipatia no era cristiana pero respetaba todas las creencias. Con el tiempo, el odio de Cirilo hacia Hipatia fue creciendo más y más. Le molestaba todo de ella: que la gente la respetara y escuchara, que afirmara que la Tierra no era el centro del universo y, sobre todo, que no fuera cristiana. Como ella se resistía a abandonar Alejandría, Cirilo empezó a difundir falsos rumores: aseguraba que era una bruja peligrosa. Lo peor de todo es que mucha gente le creyó. Alentados por Cirilo, un grupo de cristianos enfurecidos atacó a Hipatia hasta herirla de muerte. Aunque a lo largo de la vida escribió varios libros, no se ha conservado ninguno. Por suerte, sus discípulos se encargaron de transmitir sus enseñanzas y que el mundo no la olvidara. Por ello, hoy sabemos que Hipatia fue una gran científica y maestra. Y también sabemos que tenía razón: mil años después de su muerte, otro científico, llamado Galileo, demostró que la Tierra gira alrededor del Sol, tal como ella aseguraba.