Irène Juliot-Curie

Centro Educativo:
IES MARÍA ZAMBRANO

Principales hitos

Uno debe trabajar seriamente, debe ser independiente y no pasar la vida simplemente divirtiéndose; eso es lo que nuestra madre (Marie Curie) nos dijo siempre, pero nunca que la ciencia era la única carrera que merecía la pena seguir.

Biografía de Irène Juliot-Curie

Irène Joliot-Curie nació el 12 de septiembre de 1897 en París, Francia. Era hija
de Marie Curie, la primera mujer en recibir un Premio Nobel, y Pierre Curie, un destacado
físico. Desde pequeña Irène mostró un gran interés en la ciencia gracias a su ambiente
académico y la dedicación de sus padres.
Se graduó en la Universidad de París, donde empezó a trabajar en el laboratorio
de su madre. Durante la Primera Guerra Mundial, Irène se unió a su madre en la
investigación de la radioactividad, aportando al desarrollo de técnicas de radioterapia para
tratar a las personas heridas. Esta experiencia solidificó su compromiso con la ciencia y la
medicina.
En 1926, Irène se casó con Frédéric Joliot, un colega científico. Juntos, realizaron
investigaciones pioneras en el campo de la radioactividad. En 1953, su trabajo fue
reconocido por el Premio Nobel de Química por la síntesis de nuevos elementos
radioactivos, lo que fue un descubrimiento que abrió nuevas posibilidades en la
investigación científica y médica.
A lo largo de su carrera, Irène también se destacó en la educación. Fue profesora
en la Universidad de París, donde se dedicó a la enseñanza y la divulgación científica,
inspirando a nuevas generaciones de estudiantes. Además, fue una firme defensora del
uso pacífico de la energía nuclear y se unió con causas pacifistas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Irène fue nombrada directora del Instituto de
Radioactividad en París, donde siguió con su investigación y promoción de la ciencia. Su
trabajo en la creación de isótopos radioactivos artificiales tuvo un impacto duradero en la
medicina, fundamentalmente en el diagnóstico del cáncer y sus tratamientos.
Irène falleció el 17 de marzo e 1956 con 58 años, pero su legado perdura. Su
vida y obra no solo aportaron significativamente el avance de la ciencia, sino que también
sirvieron de inspiración para futuras generaciones. Su compromiso con la paz y la ética en
la ciencia la convierte en una figura emblemática en la historia de la ciencia.