Julia Robinson (1919-1985) fue una de las matemáticas más influyentes de su tiempo, destacándose por su trabajo en la teoría de la computación y la lógica matemática. Su mayor logro fue la resolución del décimo problema de Hilbert, un desafío matemático que desconcertó a los matemáticos durante décadas. Junto con Martin Davis y Hilary Putnam, Robinson demostró que no existía un algoritmo general para resolver ecuaciones diofánticas, lo que fue un hito en la historia de la matemática y la computación, demostrando los límites de la computación algorítmica.
Nacida en St. Louis, Missouri, Robinson creció en un ambiente que valoraba la educación, pero inicialmente se sintió atraída por la literatura antes de descubrir su pasión por las matemáticas. Estudió en la Universidad de California en Berkeley, donde obtuvo su doctorado en 1948 bajo la supervisión de Alfred Tarski. Su tesis se centró en la teoría de la decidibilidad, un campo esencial para la lógica matemática.
A lo largo de su carrera, Robinson enfrentó barreras por ser mujer en un campo dominado por hombres. En una época de fuertes prejuicios de género, luchó contra la discriminación, logrando destacarse en un ámbito que consideraba poco accesible para las mujeres. Fue la primera mujer en presidir la American Mathematical Society y en ser elegida miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, logros que marcaron un cambio en la representación femenina en la ciencia.
En lo personal, Robinson se casó con el matemático Raphael Robinson en 1949, y juntos compartieron una vida profesional y personal dedicada a las matemáticas. A pesar de sus problemas de salud mental, su dedicación a las matemáticas nunca se vio afectada. A lo largo de su vida, recibió múltiples reconocimientos, como ser elegida en 1975 como la primera mujer presidenta de la American Mathematical Society.
Robinson falleció en 1985, dejando un legado significativo en las matemáticas y la computación. Su trabajo continúa siendo fundamental en la teoría de la computación moderna. Además, su historia sirve de inspiración para las mujeres científicas, mostrando que, a pesar de los obstáculos sociales y de género, se puede hacer una contribución duradera al mundo de las ciencias. Su vida es un ejemplo de perseverancia, colaboración y superación frente a las adversidades.