Lise Meitner (7 de noviembre de 1878 – 27 de octubre de 1968) fue una física austro-sueca de origen judío, reconocida por su trabajo pionero en el campo de la radiactividad y la física nuclear. Nació en Viena, en el seno de una familia liberal que valoraba la educación, algo poco común para las mujeres en esa época. Desde joven mostró un gran interés por las ciencias naturales, en especial la física y las matemáticas, disciplinas en las que sobresalió a pesar de los obstáculos sociales y educativos que enfrentaban las mujeres.
Meitner fue solo la segunda mujer en obtener un doctorado en física en la Universidad de Viena, en 1906. Posteriormente, se trasladó a Berlín, donde trabajó en el laboratorio de Max Planck y, más tarde, en estrecha colaboración con el químico Otto Hahn. Durante tres décadas, Meitner y Hahn formaron un equipo excepcional, investigando fenómenos de radiactividad y obteniendo descubrimientos cruciales, como la existencia de nuevos isótopos.
En 1938, debido al ascenso del régimen nazi y a las políticas antisemitas en Alemania, Meitner se vio obligada a huir a Suecia, donde continuó su labor científica en el Instituto Nobel de Física. A pesar de las dificultades, siguió colaborando con Hahn mediante correspondencia. Juntos, lograron interpretar experimentalmente la fisión nuclear, un fenómeno que cambiaría el curso de la historia al ser la base para el desarrollo de la energía nuclear y, lamentablemente, también de las armas atómicas.
Aunque Otto Hahn recibió en solitario el Premio Nobel de Química en 1944 por el descubrimiento de la fisión nuclear, numerosos científicos y defensores de la igualdad de género han señalado que Meitner merecía compartir ese reconocimiento. A pesar de no haber sido galardonada con el Nobel, Meitner fue honrada de otras formas: en 1997, el elemento químico número 109 fue nombrado "Meitnerio" (Mt) en su honor, reconociendo así su legado científico.
Lise Meitner fue una firme opositora al uso bélico de la energía nuclear. Rechazó participar en el Proyecto Manhattan, que desarrolló la primera bomba atómica, argumentando que la ciencia debía estar al servicio de la humanidad, no de su destrucción. Su vida representa no solo una contribución fundamental a la física moderna, sino también un ejemplo de integridad y dedicación ética a la ciencia.
Falleció en Cambridge, Inglaterra, en 1968, dejando como legado una carrera que allanó el camino para futuras generaciones de científicas, y una vida marcada por la búsqueda incansable del conocimiento y la justicia.