María Teresa Toral nació el 20 de mayo de 1911 en Madrid, en una familia culta que valoraba el aprendizaje. Dominaba cinco idiomas, tocaba el piano, escribía y dibujaba. Aunque su padre deseaba que estudiara Farmacia por ser “una carrera de futuro para una mujer”, ella soñaba con ser química como Marie Curie. Para no decepcionarlo, estudió ambas carreras, graduándose en 1933 con sobresaliente y premio extraordinario.
A pesar del machismo de la época, fue invitada a formar parte del Instituto Nacional de Física y Química, bajo la dirección del prestigioso Enrique Moles. Con él, alcanzó reconocimiento internacional por sus trabajos sobre pesos atómicos y moleculares. María Teresa fabricaba su propio instrumental de vidrio con gran precisión. Además, publicaba artículos en revistas científicas y recibió becas para investigar en Londres. Pero la Guerra Civil española truncó sus planes.
Apoyaba al bando republicano, lo que le valió ser detenida y condenada a dos años de prisión bajo la acusación de fabricar armas en su laboratorio. Las condiciones eran inhumanas: hacinamiento, frío, hambre y falta de asistencia médica. Aun así, ayudaba a sus compañeras con sus conocimientos, les enseñaba idiomas y decoraba los libros de la biblioteca con dibujos. También falsificaba fichas para que las presas pudieran estar más tiempo con sus hijos.
Liberada antes de cumplir la condena, le prohibieron regresar a su laboratorio. Su madre le abrió una farmacia, pero ella la convirtió en un lugar de reunión clandestino. En 1945, fue denunciada por su propio novio y encarcelada de nuevo. Esta vez, el régimen quiso condenarla a muerte. Solo la presión internacional, incluidas miles de cartas y la presencia en el juicio de figuras como Irene Joliot-Curie, hija de Marie Curie, evitó su ejecución.
Tras su liberación, decidió exiliarse en México, donde reconstruyó su vida. Impartió clases de química y se convirtió en una reconocida artista grabadora, destacando por la precisión de sus manos y su amor al arte. No volvió a España hasta la muerte de Franco. Como homenaje a las víctimas, expuso su obra en la cárcel donde había sido prisionera, transformando ese espacio de dolor en uno de creatividad y esperanza.
Falleció en Madrid en 1994, poco después de su regreso. Su vida fue ejemplo de valentía, coherencia y pasión por el conocimiento y la libertad.