Mary Fairfax Greig Somerville, más conocida como Mary Somerville nació el 26 de diciembre de 1780.
Mary era hija de William George Fairfax, un oficial naval, que llegó a ser vicealmirante, y su segunda esposa. El hogar de la familia estaba en Burntisland, en el condado de Fife (Escocia). Fue la quinta de siete hijos, pero tres de ellos murieron muy jóvenes. A sus dos hermanos varones se les dio una buena educación, pero a las chicas apenas se les enseñó a leer. Sin embargo, con diez años acudió durante un año al colegio, y cuando retornó a su casa se le despertó la pasión por la lectura. A pesar del empeño de sus padres para que se adiestrase en las tareas domésticas en una escuela de señoritas, contó con el apoyo de uno de sus tíos que la animó para que aprendiese latín.
Cuando tenía unos trece años, la familia se trasladó a Edimburgo, donde continuó con sus clases para completar su formación como dama de clase alta, incluyendo costura, lecciones de piano y pintura. Fue su profesor de pintura, Alexander Nasmyth, quien la inició en el estudio de las matemáticas, al darse cuenta del interés de la joven por los elementos de Euclides cuando explicaba un problema de perspectiva a uno de sus alumnos. A partir de ese momento, la joven Mary se dedicó con gran interés al estudio del álgebra en los libros que le facilitaba el tutor de su hermano, aunque sin descuidar su vida social para satisfacer a sus padres, en una época en la que las aspiraciones de las jóvenes debían centrarse en conseguir un buen marido que les proporcionara seguridad.
Se casó en 1804, cuando tenía 24 años. Su marido, Samuel Greig, era un oficial naval que no llegó a comprender la pasión de su mujer por las matemáticas. Mary quedó viuda tres años más tarde, cuando ya era madre de dos hijos. Volvió desde Londres a Escocia, donde a través del profesor John Playfair entró en contacto con el matemático William Wallace, con quien colaboró en la resolución de algunos problemas, por lo que fue galardonada con una medalla de plata.
Cuando murió en 1872, The Morning Post la consideró en su obituario "la reina de la ciencia" del siglo XIX.