Nettie Stevens fue una genetista y bióloga que descubrió los cromosomas sexuales X e Y. Nació en Cavendish en 1861 en una familia con pocos recursos. Desde muy pequeña mostró grandes dotes académicas en el colegio, interesándose especialmente en la ciencia, más concretamente en la medicina y biología. Sin embargo, sus sueños y deseos tuvieron que ser pospuestos varios años debido a la falta de recursos económicos .
En 1896 por fin tuvo la oportunidad de matricularse en la Universidad de Stanford. Durante sus años, destacó enormemente en todas las asignaturas obteniendo así en muy poco tiempo un título como profesora de biología. Antes de los 40, ya era una científica experimentada y bien formada en su trabajo.
Durante sus años de carrera en un doctorado, mientras trabajaba en Würzburg en un instituto de zoología, conoció a Theodor Boveri, quien estaba trabajando sobre la herencia y las funciones de los cromosomas sobre ella. Además, en esos años, filósofos y biólogos se ocupaban de lanzar teorías sobre las determinación del sexo. Sus principales hipótesis eran que los factores y características externas a lo largo del crecimiento eran las responsables de ello. Todo esto incitó a Nettie a interesarse sobre el tema y comenzar a trabajar en ello.
De vuelta a su ciudad, empezó a investigar sobre la citogenética, lo que incluía el estudio de la función y estructura del cromosoma. Por ello, se centró en examinar al gusano de harina, un tipo de insecto que le permitió analizar los procesos de determinación del sexo y la espermatogénesis. En su época se creía, y muchos científicos lo probaban, que la determinación del sexo estaba influenciada por causas externas o por cualidades del citoplasma de las células. Sin embargo, las investigaciones de Nettie desmentían todas esas teorías, lo que causó mucha atracción y atención de todos esos científicos equivocados.
En 1905, publicó su estudio en el que explicaba que los cromosomas específicos de los espermatozoides eran los que determinaban el sexo de un organismo. se percató de que las hembras tenían 10 pares de cromosomas iguales, mientras que los machos tenían 9 pares iguales y uno desigual. Observó que las hembras solo generaban cromosomas X en sus óvulos, mientras que los machos producían 2 tipos de cromosomas, uno X y otro Y en sus espermatozoides. Por ello, llegó a la conclusión de que los cromosomas son parejas de células, por lo que, si un espermatozoide con un cromosoma Y fecundaba un óvulo, el resultado de la descendencia sería un macho. Por caso contrario, si un espermatozoide con cromosoma X fecundaba un óvulo, se generarían hembras. El problema apareció cuando tras su publicación, numerosos científicos hombres no le permitieron disfrutar de su triunfo. Aunque inicialmente su hallazgo provocó mucho asombro a la sociedad, un biólogo llamado Edmund Beecher le robó parte de su mérito.