Un 1 de abril de 1776 nació en París una chica cuyos padres llamaron Sophie y apellidaron Germain como tocaba en su familia.
Esta niña, desde pequeña mostró mucho interés por las matemáticas, las cuales tuvo que aprender autodidácticamente en la biblioteca de su padre, pues a sus 13 años tuvo lugar la revolución francesa y Sophie se refugió en ese lugar. En su aprendizaje en la biblioteca, la joven se interesó por el libro “Historie des Mathématiques” y por la historia de Arquímedes.
A la hora de hacer publicaciones, tuvo que hacerlo bajo el seudónimo masculino de Antoine Auguste “Le Blanc”, debido al machismo de la sociedad de su época. Tampoco pudo vivir de matemática como profesión por el mismo motivo de género y tuvo que hacerlo de una forma autodidacta, dependiendo económicamente de su familia.
A lo largo de su vida, Sophie hizo aportaciones importantes en la teoría de números, incluyendo también el estudio de los números primos que llevan su nombre y la teoría de la elasticidad, así como su contribución al último teorema de Fermat con el teorema de Sophie Germain.
Por otra parte, Sophie dejó su huella como filósofa, a pesar de que sus contribuciones en este campo se conocen menos que sus logros matemáticos. En este campo su trabajo se centró en epistemología, explorando cómo se organiza y adquiere el conocimiento. También reflexionó sobre los procesos mentales que están involucrados en el razonamiento matemático y científico y cómo estos se relacionan con la creatividad y la intuición.
Finalmente falleció a los 55 años de edad en junio de 1831, más concretamente el día 26 a consecuencia de un cáncer de mama en el mismo lugar de su nacimiento (París).
Nunca recibió un título oficial por su condición de mujer, pero su legado ha sido reconocido posteriormente en la historia. Actualmente, podemos considerar a Sophie como un ejemplo de perseverancia y pasión por la ciencia.