Vera Rubin fue la segunda hija de una familia de inmigrantes judíos. Su madre, Rose Kobchefski, y su padre, Philip Cooper (ingeniero eléctrico), apoyaron su temprano interés por la astronomía. A los 14 años construyó su primer telescopio, y sus padres la llevaban a charlas sobre astronomía, nutriendo su pasión por el cosmos.
Descubrimientos científicos:
Fue una astrónoma pionera en el estudio de la rotación de las estrellas dentro de las galaxias. Sus investigaciones revelaron que las curvas de rotación galácticas eran planas, contradiciendo los modelos teóricos de la época. Este hallazgo demostró que las galaxias contenían materia oscura, una sustancia invisible que constituye la mayor parte de su masa.
Publicó 114 artículos de investigación revisados por pares y se convirtió en una de las científicas más influyentes del siglo XX. A pesar de su impacto revolucionario en la astrofísica, nunca recibió el Premio Nobel, aunque su trabajo sentó las bases para entender uno de los mayores misterios del universo: la materia oscura, a la que dedicó su vida.
Además de su impacto científico, Rubin desafió barreras de género en un campo dominado por hombres. Aunque nunca recibió el Premio Nobel —una omisión ampliamente criticada—, su legado inspira a mujeres en STEM. Instituciones como el Observatorio Vera C. Rubin en Chile, que mapeará el cielo con el telescopio LSST, llevan su nombre como tributo.
En la era de los telescopios espaciales y la inteligencia artificial, sus métodos rigurosos de observación siguen enseñando a nuevas generaciones que, como ella afirmaba, "la ciencia progresa cuando nos atrevemos a cuestionar lo establecido". Vera Rubin no solo iluminó lo invisible: encendió una llama de curiosidad que sigue guiando la exploración del cosmos.