Vera Cooper Rubin (1928–2016) fue una astrónoma estadounidense que transformó el panorama de la cosmología moderna. Sus investigaciones sobre el movimiento de las galaxias ofrecieron la evidencia más clara hasta ese momento de la existencia de la materia oscura, una sustancia que no emite luz ni puede observarse directamente, pero que constituye la mayor parte de la masa del universo.
Desde muy joven, Rubin mostró una profunda curiosidad por el cielo. De niña, construyó su propio telescopio con ayuda de su padre y pasaba noches observando las estrellas desde la ventana de su habitación. Se graduó en el Vassar College en 1948, una de las pocas instituciones que aceptaban mujeres interesadas en astronomía. Luego intentó ingresar a la Universidad de Princeton, pero fue rechazada por su género. No se rindió: obtuvo su maestría en Cornell y completó su doctorado en la Universidad de Georgetown.
En la década de 1960, trabajando con el astrónomo Kent Ford, Rubin observó algo sorprendente: las estrellas en las afueras de las galaxias giraban casi a la misma velocidad que las del centro. Según las leyes conocidas de la física, eso no era posible sin una enorme cantidad de masa invisible que mantuviera esa cohesión. Esa masa invisible era la materia oscura.
Aunque su descubrimiento cambió la historia de la astronomía, Rubin nunca recibió el Premio Nobel. Sin embargo, fue reconocida con múltiples galardones, como la Medalla Nacional de Ciencia. Además, luchó incansablemente por el acceso equitativo de las mujeres a la ciencia, convirtiéndose en referente e inspiración para muchas jóvenes.
Rubin falleció en 2016, pero su legado continúa vivo. En 2020, el Observatorio Vera C. Rubin fue nombrado en su honor, recordando a la mujer que nos ayudó a ver lo que no puede verse, pero que mantiene unido el universo.