Vera Rubin (1928-2016) fue una astrónoma estadounidense cuya labor científica transformó profundamente nuestra comprensión del universo. Es reconocida mundialmente por haber proporcionado una de las pruebas más sólidas de la existencia de la materia oscura, un componente invisible que constituye la mayor parte del cosmos. Desde muy joven, Rubin sintió una fuerte atracción por el cielo estrellado y la astronomía, a pesar de que en esa época pocas mujeres eran aceptadas o apoyadas en carreras científicas.
Su pasión la llevó a estudiar en Vassar College, una universidad que había sido también alma mater de la astrónoma pionera Maria Mitchell. Posteriormente, obtuvo una maestría en la Universidad de Cornell, donde fue alumna de destacados científicos como Richard Feynman y Hans Bethe, y más tarde consiguió su doctorado en la Universidad de Georgetown. Rubin logró abrirse camino en un mundo académico predominantemente masculino, destacándose por su rigurosidad, curiosidad científica y perseverancia.
En la década de 1970, mientras trabajaba en el Instituto Carnegie con el astrónomo Kent Ford, Rubin analizó la rotación de galaxias espirales como Andrómeda. Descubrió que las estrellas en los bordes exteriores giraban tan rápido como las del centro, lo cual contradecía las predicciones basadas en la gravedad de la materia visible. Este fenómeno no podía explicarse sin asumir la existencia de una enorme cantidad de materia invisible: la materia oscura. Su hallazgo fue revolucionario, pues cambió por completo la manera en que entendemos la estructura y evolución del universo.
Rubin también fue una defensora incansable de la equidad de género en la ciencia. Luchó contra los prejuicios de género en la comunidad científica y apoyó a mujeres jóvenes interesadas en la astronomía, dejando un legado que va más allá de sus contribuciones científicas. A lo largo de su carrera, recibió múltiples distinciones, incluyendo la Medalla Nacional de Ciencia de Estados Unidos en 1993, uno de los más altos honores para científicos en ese país.
Aunque nunca recibió el Premio Nobel, muchos consideran que su trabajo lo merecía ampliamente. En honor a su legado, la NASA bautizó el Observatorio Vera C. Rubin, dedicado a explorar la energía y la materia oscuras, además de fenómenos como supernovas y asteroides. Falleció en 2016, pero su influencia en la astronomía y su ejemplo como mujer científica perduran hasta hoy.